sábado, 19 de noviembre de 2011

Punto y coma y cierro paréntesis

Ya no oigo reír tanto a mis amigos. Sé que las cosas no están como para reírse, pero no se trata de eso. Mis amigos no han perdido la capacidad de la risa, lo que ocurre es que nos hacemos mayores, salimos menos y ahora nuestra risa es virtual. Con la pérdida del contacto físico, tengo que imaginar sus risas a través de la repetición del monosílabo ‘ja’, si la carcajada les sale de lo más hondo del estómago,  o de tres o cuatro ‘je’s si lo que digo les resulta gracioso pero tampoco es para tanto - si nos estamos burlando de nosotros mismos entonces tiramos de la maliciosa ‘ji’. Mis amigos angloparlantes también logran reírse en estos tiempos de recesión; se ríen con lo que, si les leo pensando en español, parece un grito de dolor invertido (“hahaha”). Otras veces se parten de risa con un escandaloso ‘LOL’ (Laughing Out Loud) que daría lo que fuera por oír. A nivel universal, los duchos en comunicación virtual tiramos de signos de puntuación para expresar nuestro estado de ánimo. Así, donde antes veíamos dos puntos seguidos de un guión y de un cierre de paréntesis, ahora hacemos el ejercicio mental de doblar la cabeza hacia el lado izquierdo para comprobar que estamos ante una sonrisa vertical pero sin erotismo, a priori, de por medio.
La risa es saludable, así lo avalan numerosos estudios, e igualmente lo es tirar de la retórica para conseguirla. La ironía es un ejercicio que venimos trabajando desde tiempos socráticos, si no antes. Con el contacto físico el irónico se ayuda de elementos paralingüísticos (pausas, entonación, volumen de la voz, etc.) que, junto con el lenguaje gestual, complementan su selección de palabras. De ahí que expresar la ironía sea mucho más fácil hacerlo oralmente que por escrito. Por eso resulta cómico observar cómo hay parlantes que nos advierten de la ironía de su discurso bajando los dedos corazón e índice de ambas manos a la altura de sus orejas, representando la apertura y cierre de comillas propias del lenguaje escrito. Igualmente curioso es observar que deja de usarlas a la hora de escribir y prefiere el uso de un punto y coma seguido de un cierre de paréntesis. El sobreuso de estos símbolos de puntuación es apabullante y da la impresión de que hemos perdido la confianza en la inteligencia de nuestro interlocutor para interpretar la ironía. Es equivalente a hacer uso de un juego de palabras  acompañado del gesto de comillas en el aire, un cambio de voz, el guiño de un ojo y añadir, tras una estudiada pausa, un insulso “Estoy de coña”.  Con tanta ayuda nos cargamos la gracia de cuajo y no nos queda otra que usar los dos puntos y una apertura de paréntesis. Mi tristeza no es real, yo sigo disfrutando imaginando sus risas.

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